"No hay consolador como Cristo, tan tierno y tan leal. Está conmovido por los sentimientos de nuestras debilidades. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos; el amplio e inquieto océano puede agitarse entre nosotros y ellos. Aunque exista su sincera amistad, quizá no puedan demostrarla haciendo para nosotros lo que recibiríamos con gratitud. Pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del Consolador celestial. Doquiera estemos, doquiera vayamos, siempre está allí, Alguien que está en el lugar de Cristo para actuar por él. Siempre está a nuestra diestra para dirigirnos palabras suaves y amables, para apoyar, sostener, defender y animar. La influencia del Espíritu Santo es la vida de Cristo en el alma. Este Espíritu obra dentro y por medio de cada uno que recibe a Cristo. Aquellos que conocen la morada interna del Espíritu, revelan el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe." 
                                                                    La venida del Consolador, Dios nos cuida, Pág. 143



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